Voy a contarles un cuento
de risas y lucecitas
que me llenaba la siesta
contado por la abuelita.
Es un cuento muy cuentero
con disfraz y con pompón,
no me pidan que les cante,
es un cuento, no canción.
Había una vez un niño
pegote de caramelo
que quería ser payaso
( eso sí que yo no quiero)
quería hacer morisquetas
y pintarse los cachetes
la nariz bien colorada
y en la cabeza un bonete.
Le gustaba hacer piruetas
y tocar en una banda
campanitas y chinchines
y decir abracadabra.
Decía que lo llamaban
“el payaso Firulete”
y repartía a los chicos
amor con dulce de leche.
Este es el cuento, señores,
de un payaso muy feliz
que hacía sus payasadas
cuando llegaba al Jardín.
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